Hoy quiero abrir mi corazón y compartir una parte importante de mi crianza y cómo ha moldeado mi visión sobre el merecimiento en la vida.
Desde muy pequeña, aprendí una lección fundamental de mi padre: obtener algo que quería, significaba que tenía que ganármelo, esforzándome y cumpliendo con sus expectativas. Esto se traducía en un sencillo pero poderoso mantra: "Si me lo merezco".
Recuerdo vivamente esas ocasiones en las que ansiaba algo, como ir a la playa, tener una tarde de cine o incluso conseguir un nuevo juguete. Sin embargo, mi padre siempre establecía una condición: solo obtendría aquello que deseaba si cumplía con alguna tarea o responsabilidad. "Si ordenas tu habitación, iremos a la playa", me decía. Cualquier cosa era a cambio de algo.
Esta simple dinámica se repetía en muchas áreas de mi vida, y así crecí con la firme creencia de que solo merecía cosas buenas después de haber trabajado arduamente para conseguirlas.
En retrospectiva, reconocer que mi padre educaba de esta manera me lleva a reflexionar sobre el impacto que tuvo en mi desarrollo emocional y en cómo enfrenté los desafíos de la vida.
Si bien esta forma de educar me enseñó la importancia del esfuerzo y la responsabilidad, también generó en mí una constante búsqueda de aprobación y validación externa.
Cada vez que lograba cumplir con sus expectativas y obtener lo que deseaba, mi autoestima se fortalecía temporalmente, pero al mismo tiempo, surgía el miedo a perder esa validación si no continuaba esforzándome.
A medida que crecí y comencé a forjar mi propio camino, me di cuenta de que el concepto de merecimiento va mucho más allá de obtener recompensas después de un esfuerzo.
Aprendí que merecemos amor, felicidad y éxito simplemente por ser seres humanos valiosos. No es necesario ganarse el derecho a ser feliz o a recibir afecto. El valor intrínseco que tenemos como individuos no depende de nuestras acciones o logros, sino que es inherente a nuestra existencia.
Compartir mi experiencia contigo es un acto de vulnerabilidad y una forma de liberación. Hoy entiendo que merezco cosas buenas simplemente por ser quien soy. Y lo mismo aplica para ti, no necesitas esperar a alcanzar un objetivo específico para sentirte merecedora de amor, respeto y todas las maravillas que la vida puede ofrecer.
Si bien el esfuerzo y la dedicación son aspectos importantes para lograr nuestros objetivos, también es crucial recordar que merecemos lo mejor simplemente por existir.
No debemos asociar nuestra valía únicamente con nuestros logros o con cuánto trabajamos para conseguir algo. Somos merecedoras de todas las cosas hermosas que la vida tiene para ofrecer, independientemente de las condiciones que nos hayan enseñado en el pasado.
Así que, te animo a abrazar tu valía intrínseca y a recordar siempre que merecemos lo mejor en la vida.
Siéntete empoderada para perseguir tus sueños, pero también para disfrutar del presente y aceptar la felicidad tal como viene, sin condiciones.
Aquí una meditación guiada para recapitular
Con cariño y fortaleza,
Pilar
Este viernes estaré dando una sesión gratuita del Código de los Chamanes de México Antiguo (a través de Zoom)