En un mundo donde el conocimiento es omnipresente y fácilmente accesible, es esencial recordar las enseñanzas de los videntes del México Antiguo, quienes veían el aprendizaje no solo como un acto de acumulación, sino como un romance profundamente enraizado con el conocimiento.
Carlos Castaneda, en su obra "El Arte de Ensoñar", nos introduce a este concepto al describir la búsqueda de los brujos por un "puro entendimiento", o lo que él denomina un "Romance con el Conocimiento".
Este romance no es simplemente una metáfora, sino una práctica vital para aquellos interesados en incrementar su conciencia. Los antiguos videntes descubrieron que al enfocarse en la estructura fundamental de la vida y su relación con un universo concebido como un paisaje infinito de energía consciente, se podía alcanzar un nivel superior de conciencia. Este enfoque no solo desglosa las ramas del conocimiento científico, artístico, humanístico y tecnológico, sino que revela cómo cada disciplina puede expandir nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.
La adquisición de conocimiento, según estos sabios, debe hacerse con deleite y disciplina, aunque no en el sentido convencional de la palabra. Para ellos, la disciplina es un arte que implica mantenerse constantemente asombrado por las maravillas del aprendizaje. Este enfoque transforma la educación de una tarea a una celebración del intelecto y el espíritu.
La visión de los videntes era clara: la conciencia es la moneda del universo. Afirmaban que cultivar un Romance con el Conocimiento era fundamental para caminar "El Camino del Guerrero", una integridad de prácticas que abarcan todas las posibilidades del ser humano como entidad consciente en el cosmos.
Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que cada uno de nosotros es, inherentemente, un vidente capaz de enfrentar adversidades y de sobrevivir de la mejor manera posible. Al sumergirnos en el Romance con el Conocimiento, no buscamos transformarnos, sino recordar lo que ya somos: seres elegantemente capaces de aprender y maravillarse.
Así que, al igual que los guerreros-viajeros, debemos mantener un romance con el conocimiento en todas sus formas. No importa cómo se presente, cada oportunidad de aprender es una oportunidad para expandir nuestra conciencia y profundizar nuestro entendimiento del universo y de nosotros mismos. En esta era de información, que nuestro enfoque no sea solo aprender, sino amar el aprendizaje, mantener la curiosidad y nutrir el asombro, transformando cada día en un paso más hacia una mayor conciencia.
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Pilar Soro