En nuestra reciente exploración del fascinante mundo de la conciencia, nos sumergimos en ideas que nos invitan a reconsiderar profundamente cómo nos relacionamos con los eventos de nuestra vida. Reflexionamos sobre esa tendencia tan arraigada a reaccionar con pesadumbre ante los desafíos, interpretándolos casi como designios negativos impuestos por fuerzas externas.
Sin embargo, la perspectiva que exploramos nos abrió una posibilidad radicalmente diferente: la elección activa de nuestro ánimo. A primera vista, la idea de disfrutar cualquier cosa que la vida nos presente puede sonar casi inalcanzable. Pero la clave reside en una poderosa toma de conciencia: nuestra capacidad inherente para decidir cómo enfrentamos a cada situación.
Para poder ejercer esta elección de manera consciente, se destacó la importancia de nuestra energía vital. Se hizo hincapié en un centro particular, ubicado en la base del cuello, como el punto desde donde emanan nuestras decisiones auténticas, aquellas que nacen de nuestro propio ser y no de las inercias que nos rodean. A menudo, la energía necesaria para estas decisiones se encuentra dispersa, dificultando nuestra capacidad de respuesta plena.
Fue en este contexto donde surgió un concepto revelador: la posibilidad de transformar cada evento en una celebración de la conciencia. La invitación es a ver cada experiencia, incluso aquellas que inicialmente percibimos como negativas, como una oportunidad invaluable para extraer aprendizaje y comprensión.
En lugar de caer en la trampa de la queja o el victimismo, podemos decidir enfocar nuestra atención en la información y la sabiduría que cada situación nos ofrece.
Una analogía particularmente impactante fue la de cómo nuestras percepciones son, en esencia, construcciones. Al introducir un elemento inesperado, como la alegría o una acción disruptiva en medio de una situación tensa, podemos desestabilizar las bases de esa percepción negativa, permitiendo que se transforme.
También se exploró la intrincada relación entre nuestra inteligencia y la sensación de confusión. En nuestra búsqueda por comprender el mundo que nos rodea, al despertar nuestra curiosidad y cuestionar las respuestas fáciles, inevitablemente nos encontraremos con la naturaleza misteriosa de la existencia. En lugar de ver esta incertidumbre como un obstáculo o motivo de angustia, podemos interpretarla como una señal alentadora: la prueba de que estamos utilizando nuestra inteligencia, expandiendo nuestra curiosidad y, en esencia, activando una actitud resiliente y activa ante la vida.
La reflexión final nos invitó a llevar un registro personal, aunque sea a nivel interno, de aquellos momentos en los que logramos este "giro" en nuestra percepción, transformando una reacción automática en una elección consciente. Esta práctica fortalece nuestra capacidad de decisión y nos guía hacia un estado donde las etiquetas de "bueno" o "malo" se desvanecen, dejando paso a la simple comprensión de cada evento como una fuente de conciencia.
Esta exploración nos ofreció una perspectiva estimulante y práctica para reclamar nuestro poder de elección y para transformar nuestra relación con cada experiencia. Nos recordó que la verdadera fortaleza reside en la capacidad de encontrar disfrute y aprendizaje en cada paso del camino, una actitud que florece desde la conciencia y la libertad de decisión.
¿Qué situaciones en tu vida te invitan hoy a abrazar esta nueva perspectiva de la conciencia? Te animo a contemplarlo.
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¡Hasta pronto!
Pilar
Gracias pilar.