¿Cuándo nos cortaron las alas?
En el camino del ensueño y el desarrollo personal, hay momentos en los que algo o alguien nos limita, rompiendo una conexión natural con nuestras capacidades. Este concepto de "cortar las alas" refleja esas experiencias que, aunque no siempre se entiendan como dañinas en el momento, nos apartan de lo que nos hacía sentir plenos, libres, y en sintonía con nuestro verdadero ser.
Una historia personal: las alas de la gimnasia
De pequeña, descubrí que tenía una conexión especial con la gimnasia. Era una actividad que me hacía sentir viva, fuerte y, sobre todo, libre. Con un maestro que sabía cómo guiar, explorábamos los aparatos como el plinto, el potro o subir por la cuerda. Me encantaba correr, saltar, y experimentar esa sensación indescriptible de volar. Cada clase era un momento de ensueño en el que mi cuerpo y mi espíritu estaban en perfecta sintonía.
Sin embargo, todo cambió un día cuando la dirección del colegio decidió que las niñas y los niños debían dividirse para las clases de gimnasia. Las niñas fuimos asignadas a una profesora. Ella nos introdujo en la gimnasia rítmica: bailes, cintas y ejercicios que no involucraban los aparatos que tanto amaba. Mientras muchas de mis compañeras disfrutaban de esta nueva dinámica, yo sentí cómo se apagaba algo dentro de mí. Esos movimientos no me conectaban con la libertad que había encontrado antes. Sin darme cuenta, me habían cortado las alas.
El impacto de cortar las alas
Ese cambio en la dinámica de la gimnasia parecía algo pequeño, pero fue decisivo. Pasé de volar en cada salto a sentirme atrapada en movimientos que no resonaban conmigo. Esa desconexión fue una pérdida de algo más que una actividad: fue un alejamiento de un estado de ensueño, de esa chispa que en mi infancia me conectaba con la libertad y el placer de moverme, de volar.
Cuando nos cortan las alas, muchas veces no es con intención de lastimar. Las personas, instituciones o circunstancias que lo hacen suelen actuar desde sus propias limitaciones o ideas. Pero el impacto, aunque a veces sutil, nos deja con una sensación de pérdida, de que algo esencial fue restringido.
Reensoñarnos como ensoñadores
El ensueño nos ofrece una oportunidad invaluable: recuperar nuestras alas. Recordar esos momentos en que las perdimos no es un ejercicio de nostalgia ni de victimización, sino de reconocimiento.
Identificar qué nos hacía volar en el pasado nos ayuda a reconstruir nuestra conexión con esas partes de nosotros mismos que aún están vivas, esperando ser redescubiertas.
En mi caso, esta reflexión me invita a buscar actividades que recreen esa sensación de libertad y conexión con mi cuerpo. Tal vez no sea volver al plinto o la cuerda, pero sí algo que me haga sentir la emoción de volar, física o espiritualmente.
Tu invitación a reflexionar
¿Cuándo te cortaron las alas? ¿Qué hacías, quién eras, cómo te sentías antes de que algo o alguien te alejara de tu vuelo? Al recordar y reconocer esos momentos, podemos traer de vuelta la energía que dejamos ahí y empezar a soñar de nuevo. Porque nunca dejamos de ser ensoñadores; solo necesitamos reensoñarnos como tales.
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