Llegué a un pequeño pueblo de montaña en los Pirineos al atardecer, con las sombras de las cumbres acariciando los valles. Este rincón escondido en la montaña siempre me pareció un refugio de historias silenciosas y paisajes que hablan. Vine aquí buscando algo, quizás a mí misma, en esta etapa de mi vida donde las preguntas pesan más que las certezas.
He alquilado una acogedora cabaña de madera, con vistas al bosque. Es fascinante cómo el murmullo del viento y el crujir de las ramas pueden contar tantas historias. Hay una chimenea en la sala que parece haber calentado a generaciones, siendo testigo de secretos y sueños que ahora viven en el susurro de las llamas.
En mis caminatas por el pueblo, a menudo me encontré deteniéndome para admirar la sencillez de la vida de montaña. El dueño de una pequeña tienda de artesanías, un hombre de palabras medidas, pero ojos vivaces, me regaló un libro sobre mujeres que encontraron su fuerza en la naturaleza. Cada página parecía un reflejo de mi búsqueda.
Una tarde, mientras disfrutaba de un té de hierbas en el único café del pueblo, escuché a dos mujeres conversando en la mesa de al lado. Hablaban de la serenidad y la fortaleza encontrada en la soledad de las montañas, de redescubrirse a sí mismas lejos del ruido del mundo. Sus palabras resonaron en mí como un eco de mi propio viaje interior.
Los Pirineos me han enseñado que la madurez es un paisaje de inmensa belleza y profundas raíces. Aquí, entre estas montañas majestuosas y bajo el cielo estrellado, siento que cada paso que doy es un reencuentro con la naturaleza y conmigo misma.
En una de mis noches, al calor del fuego de la chimenea, escribí en mi diario: "La vida no se mide por la cantidad de años, sino por la profundidad de los momentos en que realmente nos sentimos parte de algo más grande". Los Pirineos está siendo testigo de mi renacer, de mi reencuentro con la mujer que siempre fui y que, en algún momento, dejé de escuchar.
Me voy de este pueblo llevando conmigo el eco de su paz y la certeza de que, sin importar la edad, siempre estamos a tiempo de reencontrarnos con nuestra esencia y abrazar nuevas historias. En los Pirineos, he encontrado pedazos de mí que creía perdidos y he aprendido que cada día es una nueva oportunidad para ser quien realmente queremos ser.
¡Muchos Silencios en 2024!
Pilar.
Próxima carta, sábado 6 de enero:
Empezamos con las publicaciones para el Entrenamiento: El Poder del Silencio Interno: Camino hacia la Creatividad y el Bienestar.
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